Entrevista a Santiago Pessaloa


Santiago Pessaloa es periodista y escritor. Su primer libro, “Tras las sombras del anonimato. Algunos seudónimos de la literatura universal”, es una investigación sobre los escritores que han utilizado seudónimos. Con más de treinta autores en unas doscientas páginas, este novedoso libro no solo desentraña las identidades de muchos escritores detrás de obras conocidísimas u olvidadas, sino que indaga psicológica y socialmente en las causas que llevan a un escritor a elegir ocultar su verdadera identidad y por qué opta por un seudónimo determinado, y guarda <<alguna sorpresa>> que nos puede impresionar. Hablamos con su autor en una larga entrevista.
LAILA OJEDA

PREGUNTA (P): Se inicia usted en el mundillo literario con un libro sobre el arte del seudónimo. ¿Cómo ve el panorama cultural español y qué expectativas ve sobre su libro en este?
RESPUESTA (R): En efecto. He publicado ya, lógicamente, artículos en periódicos y hasta he colaborado en algún libro de algún amigo escribiéndole una nota inicial, pero este es mi gran salto al mercado literario. Este es mi primer libro, fruto de dos años de trabajo. La verdad es que no se cómo reaccionará el público con él; he intentado hacer un libro que se adapte a un nivel cultural medio. Yo lo recomiendo para profesores de Literatura, que pueden utilizarlo en sus clases, o alumnos, en sus trabajos. Respecto al mundillo literario…veo mucha paja pero poco grano. Espero ser algo de grano. Ya veremos la opinión de los críticos.

P: ¿Cómo te dio por escribir un libro sobre seudónimos y no sobre Adolfo Suárez o el 23-F, temas que están volviendo a pujar fuerte en el mercado, y que están captando el interés del público de nuevo?
R: Bueno, a mí el mercado me da igual. Decidí escribir un libro sobre el arte del seudónimo por pura preferencia personal. La política y sus (des)engrasados engranajes me parecen soporíferos. Sin embargo, a lo largo de estos dos años de trabajo (con todos sus problemas e interrupciones) me lo he pasado genial, me he asombrado y sobre todo he aprendido mucho. La cuestión de los seudónimos es algo que hace tiempo me sorprendió y me marcó de una manera algo obsesiva, lo reconozco. Fue al leer un artículo de uno de mis compañeros de prensa sobre el tema. Si te vale el símil, es como cuando mucha gente se obsesiona con la catalepsis después de leer “El enterramiento prematuro” de Poe. Total que me empecé a preguntarme si los autores actuales utilizarían seudónimos, y sobre todo por qué lo harían… Y luego entró en juego mi imaginación. Y ya ves lo que salió.

P: Dice Manuel Vicent, en un reciente artículo de El País, que la imaginación es la facultad gratuita de una persona para absorber todo el arte que está <<en el aire>>; todo lo que, por ejemplo, hemos creado pero que, debido a su sola transmisión oral, y no escrita, hemos acabado perdiendo, aunque permanece en el aire dispuesto a alimentar la imaginación de algunos. ¿Eres contrario a esta opinión? ¿Necesitan los escritores mucha imaginación para inventar sus seudónimos?
P: Pues sí, he leído ese artículo y lo suscribo. Ya ve que, en mi caso, la idea de escribir un libro recogiendo algunos de los seudónimos de la literatura universal no surgió por generación espontánea, y la forma de escribirlo tampoco. La cultura, en general la información que se transmite socialmente, nunca es absolutamente nueva. El concepto de “nuevo” implica necesariamente algo no nuevo, algo original, no creado y que ya está ahí. El hombre crea construyendo, cimentando y renovando; todo el edificio de la cultura universal es el resultado de pequeños cambios en su composición, de refutaciones de viejas ideas, de duplicación de otras, de conjunción de dos de sus preceptos en uno y la generación de otro diferente a los anteriores… No hay nada nuevo. La máquina de vapor, su base e idea básicas, ya fue inventada por los romanos, pero para ellos era más cara que la fuerza bruta de los esclavos, así que la desecharon. Respecto a lo que me pregunta sobre la imaginación… Pues sí, hace falta tenerla para inventar seudónimos. Haga la prueba. Seguramente los primeros nombres que le salgan, si es que le salen, no le gusten. Intentará perfeccionarlos, porque el hombre tiende a la perfección. Querrá relacionar su personalidad, manías o el contenido de su libro con su seudónimo, y para eso hace falta imaginación: imaginar es solo unir elementos y formar algo nuevo. Es un proceso dialéctico. Una vez encontrado un nombre aceptable, hay que someterlo a crítica: a los ojos de los lectores, ¿será suficientemente engañoso? ¿Reflejará lo que se busca transmitir o sugerir? Los nombres dicen mucho de nosotros.

P: Ha dicho sugerir… ¿Son acaso los seudónimos sugerentes? Explíquese.
R: Sí y no. Hay de todo, como en botica. Algunos seudónimos sugieren mucho sobre el autor… Por ejemplo los que utilizaba Manuel Vázquez Montalbán son de risa, nos muestran que tenía un buen sentido del humor. El autor de “Galíndez” firmó bajo los nombres de la baronesa d’Orcy, Manolo V el Empecinado o Jack el Decorador. Los hay a los que les da mucho morbo ser descubiertos en su engaño, y dejan alguna pista para los frikis de la literatura, como yo. Otros seudónimos son completamente opacos, como el de George Orwell, que en realidad se llamaba Eric Blair. Este hombre firmó así para que su familia, de la alta sociedad, no se enterara de que escribía novelas y andaba por los bajos barrios de París. Ya ve lo que tiene la vida; nombres como Orwell, verdaderas máscaras de abecedario.

P: Humm… ¿Has pillado a algún morboso actual?
R: Bueno…ando sobre las pistas de alguno, sí. Pero aún es alto secreto. Materia de otro libro.

P: Veo que la afición le va para largo, y el tema tiene donde rascar… Hablemos de tu libro. Tiene unas doscientas páginas y más de cuarenta escritores. Como dices en el prólogo, cada seudónimo refleja el mundo personal del autor, sus emociones, miedos y deseos, condicionamientos sociales… Has intentado reflejar todo eso de cada autor. La pregunta obligada es ¿no te da miedo a equivocarte? Introducirte en la psicología de un escritor es batalla de Alatriste por lo menos. ¿Qué pasaría si uno de los escritores mencionados te acusara de mentiroso, ruin y especulador?
R: Bueno… Lo he pensado y me lo advirtió mi editor. Pero por eso mismo he decidido publicar mi obra. Imagínese que salgo en todos los periódicos y blogs culturales acusado por Lorenzo Silva de ser un ignorante entrometido. Sería para mí muy enriquecedor, porque primero conocería en persona, quizás, a Lorenzo Silva, y segundo, saltaría de golpe al mundo del papel en blanco y negro, como protagonista y no como redactor (al igual que ahora). En la actualidad hacen falta tres cosas para triunfar: trabajo, paciencia y marketing. El trabajo porque nadie regala nada, salvo algunas excepciones; el marketing para subir; y la paciencia para mantenerte arriba. De todas formas, eso que dice es posible pero improbable, porque en todos los casos que he podido he consultado con el mismo escritor, aparte de avisar, en mi nota inicial del libro, de la parte de especulación que mi libro entraña. No solo quiero informar, quiero hacer reflexionar e investigar, y para eso hay que asombrar y cabrear. Además, en algún caso he hasta conversado con los familiares del escritor o escritora…creo que voy a redescubrir al mundo a algunos genios olvidados. Ya ve: marketing.

P: Vaya, pues realmente interesante. ¿Pero dice que Lorenzo Silva ha utilizado seudónimo? Y ya que estamos, ¿podría comentarnos brevemente algún escritor que haya publicado con seudónimo? El libro sale pasado mañana, así que denos un adelanto… No me han dejado leer ni la mitad.
R: Jajaja. Lorenzo Silva presentó al Premio Planeta 2012 su novela “La marca del meridiano” con el nombre Bernie Ohlls. Lo gracioso de este caso es que esa novela es la continuación de las aventuras de los sargentos de la Guardia Civil Bevilacqua y Chamorro, por lo que el jurado sabría ya quién era su autor. En mi libro recojo opiniones sobre por qué lo hizo, incluida su propia explicación. Esto lo convierte en una investigación plural, en la que prevalece mi teoría pero también se presentan otras. No se debe pelear en la cultura, solo es aceptable algo de competencia. Respecto a ejemplos… Voy a darte tres que te van a sorprender. El maravilloso trío de hermanas Brönte publicó, en 1845, el libro de poesías “Poemas por Currer, Ellis y Acton Bell”. Currer era Charlotte, Ellis era Emily y Acton era Anne. Después empezaron a publicar por separado. Otro ejemplo es el de Stephen King, quien llegó un momento en que escribía demasiados libros y su editor le pidió que publicara algunos bajo seudónimo. Eligió Richard Badman. Al enterarse después el público, lo mató, le organizó un entierro y hasta le publicó una obra póstuma. Y ahora viene el más sorprendente, al menos para mí: ¿conoce a la escritora británica de novela romántica Mary Westmacott, autora de, por ejemplo, “Lejos de ti esta primavera”? Pues es la misma mente que la que concibió “Diez negritos”. La maestra de la literatura de asesinatos, Agatha Christie, tenía un lado romántico.

P: Y claro, al igual que el contexto, supongo que también el motivo por el que esos escritores adoptaron su seudónimo fue diferente. Ilústrenos.
R: Exacto. En el primer caso, las hermanas Brönte lo hicieron huyendo del machismo literario de la época, que consideraba la literatura cosa de hombres (y desgraciadamente hasta las mismas mujeres lo creían así, como Cecilia Böhl de Faber, que firmaba por ello con el nombre de Fernán Caballero). Tengo un apartado en el libro dedicado a este tema. Stephen King temió la saturación de sus lectores por el ritmo que llevaba de escritura, así que inventó un nuevo escritor, del que parece que se encariñó bastante. Y Agatha Christie temía que su reputación de gran novelista de asesinatos quedara tocada ante esa literatura romántica. Ya ve que las tres coinciden en un intento de evasión de las normas actuales; en un modo de asegurar tu expresión literaria con “libertad”.

P: En síntesis, ¿qué mueve a un escritor a ocultar su identidad en una de sus obras?
R: Escapar de la censura, no ser aún conocido, ocultar parte de tu obra de tu reputación por considerarla inapropiada con ésta, evitar el empacho del lector, burlar el machismo, incluso dar una buena lección a los muchos editores que desechan novelas si no llevan un nombre famoso. Este es el caso de la Nobel Doris Lessing, que envió a sus editores dos originales, “El cuaderno dorado” y “Si la vejez pudiera” bajo el nombre de Jane Somers. Finalmente los publicó. Y hace poco J.K. Rowling publicó “El canto del cuco” como Robert Galbraith, quien recibió buenas críticas. Quería así Rowling librarse de la presión de libros anteriores y evaluar más objetivamente su calidad literaria.

P: De las letras españolas, ¿quién más, a parte de los citados Vázquez Montalbán y Böhl de Faber han ocultado su identidad?
R: Es larga la lista. Algunos son Leopoldo García-Alas (Clarín), José Augusto Martínez Ruiz (Azorín), Antonio Machado (Juan de Mairena, Abel Martín)… y un caso especialmente llamativo, y que a mí me encanta, es el de Franco. Nuestro dictador era un gran estudioso del comunismo y la masonería. Publicó estudios de masonería bajo el nombre de Jackob Kir, y escribió el guión de la película “Raza” siendo Jaime de Andrade. Todo lo contrario que Hitler, que ordenó que todo buen alemán debía tener su “Mein Kampf” en su casa, y claro, se forró. Razones y demás, en mi libro.

P: Terminamos la entrevista, señor Pessaloa… ¿Cómo puedo saber ahora que Santiago Pessaloa no es un seudónimo?
R: [Se sonroja] Bueno…, de momento no utilizo sinónimo. Pero mi apellido se presta a jugar con él; mire usted si se equivoca y pone Pessoa… Quizás mi libro se venda mejor. Triste, pero así funcionamos.
P: Descuide, Santiago. Muchas gracias y mucha suerte con el libro.




BIBLIOGRAFÍA
  • http://www.elconfidencial.com/cultura/2013/07/22/escritores-tras-la-mascara-el-seudonimo-vuelve-a-las-librerias-125233
  • http://guialiteraria.blogspot.com.es/2011/11/seudonimos-de-escritores.html
  • http://www.lapiedradesisifo.com/2013/01/22/algunos-escritores-con-seud%C3%B3nimos-i/