A veces puedo escuchar a los pájaros cantando en Griego



ACTO PRIMERO
Habitación de regular tamaño, medianamente decorada. En la pared lateral derecha, una ventana está abierta y el viento sacude la cortina blanca. En el centro, un escritorio lleno de papeles revueltos, una máquina de escribir y varias plumas y tinteros. Paredes desnudas. La iluminación debe ser difusa, y un tibio chorro de luz caerá sobre la mesa, donde VIRGINIA estará sentada, en camisón, con las piernas recogidas con los brazos y apoyadas sobre la silla.

(Entra LEONARD, un hombre alto, delgado, de cara alargada y cabello negro peinado hacia la derecha. Viste traje gris, camisa blanca y una corbata negra).

LEONARD. ¿Qué tal estás, Virginia?
VIRGINIA. Vuelvo a escuchar pájaros cantando en griego.
(LEONARD se agacha hasta quedar acuclillado al lado de la silla de VIRGINIA. Le acaricia el pelo lentamente).
VIRGINIA. Me estoy volviendo loca de nuevo. Soy incapaz de leer. De escribir. ¡No puedo! ¡No puedo seguir así, Leonard! ¡No puedo!
LEONARD. (Muy tiernamente) Ssssshhh, calma, cariño, cálmate. Sólo tienes que descansar. Todo irá bien, ya verás como sí.
VIRGINIA. No, Leonard, cómo se te ocurre, cómo se te ocurre siquiera pensar que todo puede ir bien cuando estás viendo que todo está como está, que todo está mal, que yo estoy mal, Leonard, que vuelvo a estar loca de nuevo, que te estoy haciendo daño, Leonard, que no podemos…
LEONARD. Sssshhh, Cálmate. Ven, no hables.
(LEONARD la levanta de la silla sin ningún esfuerzo y la coge en brazos hasta posarla en la cama. Ella se revuelve un poco y mira a su marido).
VIRGNIA. Déjame.
LEONARD. No. Quédate ahí. Seguro que estás más cómoda. Cierra los ojos. Duerme. Olvídalo todo.
VIRGINIA. ¿Cómo puedes pretender que lo olvide todo? Eso es impensable, mi corazón esta asfixiado con todos esos recuerdos y nunca más volveré a estar cuerda Leonard nunca más… nunca más. El libro de Roger… mi casa… nuestra casa… (Solloza).
LEONARD. Ya está. No pasa nada, el libro de Roger no significa nada. Ahora estamos aquí, estamos los dos juntos, eso es lo único que importa. (Se sienta a su lado en la cama y le acaricia el pelo. VIRGINIA estará pálida y delgada. Tendrá ojeras).
VIRGINIA. Sí, tienes razón… Leonard. Estamos los dos juntos…
(VIRGINIA se calma y se queda tumbada en la cama, muy quieta. Cierra los ojos. LEONARD le acaricia la mejilla y sale).



ACTO II
Misma habitación. VIRGINIA está sentada en el suelo, apoyando la espalda sobre la cama. La ventana está cerrada y la luz es brumosa, pálida. Deberá haber una capa de humo que cubra el suelo y casi todo el cuerpo de VIRGINIA, excepto desde el pecho hasta la cabeza.

(VIRGINIA se acaricia el pelo lentamente).

VIRGINIA. Estoy loca estoy loca estoy nuevamente loca. Dejad de hablar en griego. No voy a soportar esto. No puedo soportarlo una vez más. ¿Hasta cuándo me va a perseguir la locura? ¿Hasta cuándo viviré en este infierno? Quizás la muerte sea la salida de todo. Quizás nadie quiere ya que esté en este mundo. El libro de Roger no vende, no interesó a nadie, el libro de Roger… Es todo tan lento… ¡la vida es lenta, tan lenta, tan horriblemente lenta…! y encima el libro de Roger… (Se levanta con tranquilidad, el camisón deja ver su delgadez. Se acerca al escritorio y roza con un dedo la máquina de escribir). Te he abandonado, pero tranquila. Hemos tenido una buena vida, hemos estado bien juntas ¿no? Me has servido mucho, hemos estado mucho tiempo juntas. Gracias a dios tenía dinero y un cuarto propio y pude estar mucho tiempo a tu lado. Dudo mucho que haya habido personas tan felices como tú y como yo, y como Leonard y yo. No sé si lo entiendes, pero deberías hacerlo porque estoy loca. Al final me ha conquistado, amiga. Vuelve y vuelve, es como la guerra. Nunca se acabaaaaa. Y si acaba si se marcha vuelve de nuevo descansada, con mas fuerzas con mas fuerzas. Pero yo ya estoy harta. Yo ya no aguanto más. Yo ya no aguanto más... (Llora.) Tú y yo hemos sido muy felices, amiga, pero ahora los pájaros vuelven a hablar en griego…

(Se mueve por la habitación arrastrando el camisón, con los brazos caídos y el pelo sucio y revuelto. Un foco de luz deberá seguirla hasta la ventana. La cortina esta descorrida. Es de noche. Se acoda en la ventana y observa el paisaje).

VIRGINIA. Yo solo quería ser feliz. (Risa infantil). Recuerdo cuando estábamos en St. Ives, con Vanessa, Thoby, Adrian… estábamos tan bien… y nos gustaba tanto el faro… (Nueva risa infantil). Pero mamá murió y entonces todo cambió… mama siempre te quise, pero tuviste una hija loca y la vida es dura, muy dura, demasiado dura. No sé si es culpa mía, no sé si será culpa mía o culpa de la naturaleza, ¡maldita naturaleza! ¡maldita naturaleza! (Grita, llorando. Abre la ventana con violencia y  se asoma al exterior, donde llueve). ¡Maldita naturaleza, tú puedes ser libre y yo, no! El pájaro puede volar con el viento y puede comer del verde fruto de las flores, el agua puede limpiar la suciedad de la tierra y mancharse y correr y avanzar siempre, sin recuerdos y sin el monstruo de la locura; el narciso puede respirar la energía del viento y absorber los azúcares de la tierra, puede florecer y marchitarse, reproducirse y desafiar a la lluvia y a la nieve y al granizo con su inmensa flor amarilla. Pero nosotros, los humanos, tristes de nosotros. Nosotros somos solo maquinas hechas para sufrir y hacer sufrir, nosotros solo vivimos por el sufrimiento y para el sufrimiento pues no hay nada más en nuestras vidas que no esté lleno de él y que no rebose de él, nosotros estamos condenados a estar siempre encerrados, tremendamente encerrados en nuestras propias cárceles hechas de lagrimas y locura… Y aunque los  pájaros se vayan, siempre vuelven, vuelven y vuelven a volver hablando en griego porque ya lo decían los griegos, es imposible la esperanza porque todo es cíclico y todo se va y siempre vuelve, y se va y vuelve. Maldita naturaleza que es libre y es cuerda, y maldito el hombre que está encerrado y está loco.


ACTO III
La misma habitación que antes. Virginia agarra con delicadeza una pluma estilográfica frente a un trozo de papel. Se mantiene la iluminación y el humo. VIRGNIA da la espalda al público.

VIRGINIA. No puedo, no puedo… no puedo seguir así, no puede seguir sufriendo por mí, ya hemos tenido bastante, el monstruo, él y yo. Pero él me ha hecho tan feliz… con él he vivido los años más felices de mi vida, no puedo imaginar otros inviernos que no sean con él, otras tardes que nos sean en Bloomsbury, otras noches que no sean contigo. No es verdad eso de que el amor eviterno no existe, en nosotros se han rencarnado todas las flores y todos las lunas y todos los besos entre las sábanas. ¡Cuánto te he querido Leonard, cuánto ye he querido….! ¿Pero no te quiero ahora? ¿Es que no te quiero ahora? ¿Es que he dejado de quererte? No, no, no, no. ¡¡Nooo!! Sigo queriéndote, te quiero más que a todos y, si no fuera por el monstruo, nosotros seguiríamos bien hasta siempre… pero no puedo consentir esto, no puedo aguantar esto, no puedo… (Comienza a escribir trabajosamente). Maldita literatura que me has abandonado. Maldita literatura que me has abandonado…


ACTO IV
Borde de un río, oscuridad casi total. Tan solo debe haber unas cuantas farolas iluminadas. Niebla. Aire frío que juega con el abrigo de VIRGINIA. Se oye el rumor furioso del rio.

VIRGINIA. Bueno, pájaros, ya nunca más os oiré hablar en griego, ya nunca más me perseguirás más, monstruo sediento de sangre, hija de las Erinias de espalda ensangrentada, pájaro mordaz que destroza con su pico, grito enmarañado que destrozas los cerebros y las mentes de los inocentes… Ya nunca más sabré del libro de Roger, ni de Hitler, ya no quiero ver más bombas en mi casa… en nuestra casa. (Se agacha y coge una piedra del suelo, se la mete en el bolsillo del abrigo y vuelve a repetir la operación). No me verás ya más, no me veréis ya más. Leonard te quiero, pero tienes que saber que lo hago por ti y lo hago por mí. Esto no es una rendición esto es una puerta abierta para ti. Ya lo escribí… (Camina en silencio, subiendo por una rampa hasta un puente. Se asoma. Consigue subir a la barandilla y se sienta, mirando las aguas turbias y oscuras). Eva, Antígona, Aspasia, Hipatia, Cleopatra, Ana Bolena, Artemisia, nosotras fuimos fuertes, pero la vida acabó con nuestros cuerpos. Yo hoy vuelvo a escuchar a los pájaros hablando en griego… pero la luna sabe que todo ya… ¡se acabó! (Se tira al río y las olas engullen su cuerpo. Silencio. Estruendo del río. Niebla. Suena una carcajada histérica, muy lejana. La luz se va atenuando hasta que todo se vuelve terriblemente oscuro).



TELÓN




ANEXO: VIRGINIA WOOLF, LOCURA, PASIÓN Y TALENTO
Virginia Woolf está considerada una de las mujeres más importantes de la Historia de la Humanidad. Su talento a la hora de escribir, su enorme sabiduría y la continua lucha que protagonizó por los derechos de las mujeres la han convertido en un ser inmortal que consiguió trascender, tras una vida plagada de horrores.
       Hija del historiador y escritor Sir Leslie Stephen y la modelo de pintores Julia Prinsep Jackson, conocida por su inmensa belleza, Virginia Woolf vivió su infancia en un ambiente relacionado con las letras londinenses, y recibió una esmerada educación humanística que le impartieron sus profesores particulares y su propio padre, pues nunca fue al colegio.
      Su primera depresión sucedió tras la muerte de su madre, cuando Virginia apenas contaba treces años de edad, y a partir de este momento su vida estará marcada por los continuos problemas psicológicos y por su amor a la literatura.
         Pronto formó, junto a sus hermanos Adrian y Vanessa, lo que se conoce como Grupo de Bloomsbury, un conjunto de intelectuales progresistas que se reunían en casa de Virginia y discutían sobre literatura, Historia, Música, Arte o Filosofía. Destacan en él Dora Carrignton (pintora), Bertrand Rusell (filósofo), John Mayard Kenyes (economista) y Edward Morgan Forster (escritor), entre otros. Allí conoció a Leonard Woolf, con quien se casó a la edad de treinta años y de quien siempre estuvo enamorada, pese a que mantuvo relaciones, sobre todo sexuales, con la jardinera y escritora  Vita Sackville-West, lo que demostró su bisexualidad.
         Su vida se vio agitada constantemente por numerosas crisis y problemas psicológicos que la llevaron al suicidio. Así, sufrió hasta tres depresiones, crisis nerviosas, cambios de humor, trastorno bipolar y, según ella, ataques de locura. Lo cierto es que tuvo que ser varias veces internada en un centro psicológico tras la muerte de su padre en 1904 y sufría ataques esporádicos de melancolía.
       El sufrimiento de su vida llegó al culmen cuando se declaró la II Guerra Mundial (3 de Septiembre de 1939) y tanto ella y como su grupo de magos intelectuales vieron quebrarse el mundo y sucumbir bajo unos ideales que no eran los suyos. Por eso, varias veces este grupo ha sido comparado con el movimiento romántico (principios del siglo XIX) y postromántico (finales del siglo XIX).
       Entre el 7 de septiembre de 1940 y el 16 de mayo de 1941, la fuerza aérea de la Alemania nazi, la Luftwaffe, bombardeó varias ciudades del Reino Unido como castigo a los británicos por declararle la guerra a Hitler, centrándose especialmente en Londres. El terror se propagó por el país y la ciudad fue arrasada. Entre las casas destrozadas por los nazis estuvo la de Virginia y Leonard, por lo que tuvieron que trasladarse. Este hecho, unido a la visión horrorizada de la expansión nazi, el miedo de Virginia a que su marido Leonard pudiera ser arrestado (pues era judío), y el malísimo desempeño comercial de su último libro publicado, una biografía de su amigo Roger Fry, pintor y crítico francés perteneciente también al Grupo de Bloomsbury, mermaron sus fuerzas e hicieron rebrotar en ella de nuevo el pánico a la locura con mayor intensidad,  pues si había algo que temía y odiaba Virginia de forma más intensa, era la locura. Como ella misma escribía en su diario, a veces puedo escuchar a los pájaros cantando en griego, oración que se ha convertido en un hito en la Historia de la Literatura y ha pasado a ser un símbolo de la locura.
       Destrozada por estas circunstancias, el 28 de marzo de 1941, a la edad de 49 años, Virginia Woolf decidió poner fin a su vida y escribió una carta de suicidio a su marido en la que le explicaba los motivos de su muerte y cuán feliz había sido con él. Se llenó los bolsillos de piedras y se tiró al río Ouse (Inglaterra), poniendo fin a una existencia marcada por la locura, el sufrimiento y la creación literaria.

Carta de suicidio de Virginia Woolf, dirigida a su esposo Leonard
"Querido:
Estoy segura de que me vuelvo loca de nuevo. Creo que no puedo pasar por otra de esas espantosas temporadas. Esta vez no voy a recuperarme. Empiezo a oír voces y no puedo concentrarme. Así que estoy haciendo lo que me parece mejor. Me has dado la mayor felicidad posible. Has sido en todos los aspectos todo lo que se puede ser. No creo que dos personas puedan haber sido más felices hasta que esta terrible enfermedad apareció. No puedo luchar más. Sé que estoy destrozando tu vida, que sin mí podrías trabajar. Y sé que lo harás. Verás que ni siquiera puedo escribir esto adecuadamente. No puedo leer. Lo que quiero decir es que te debo toda la felicidad de mi vida. Has sido totalmente paciente conmigo e increíblemente bueno. Quiero decirte que… Todo el mundo lo sabe. Si alguien pudiera haberme salvado, habrías sido tú. No me queda nada excepto la certeza de tu bondad. No puedo seguir destrozando tu vida por más tiempo.No creo que dos personas pudieran haber sido más felices de lo que lo hemos sido nosotros.V."


BIBLIOGRAFÍA
  • http://www.literaturas.com/v010/sec0309/suplemento/woolf.htm
  • http://es.wikipedia.org/wiki/Virginia_Woolf
  • http://pijamasurf.com/2013/08/la-carta-de-suicidio-de-virginia-wolf-las-voces-de-concordancia/
  • http://es.wikipedia.org/wiki/Grupo_de_Bloomsbury
  • http://es.wikipedia.org/wiki/John_Maynard_Keynes
  • http://es.wikipedia.org/wiki/Leonard_Woolf
  • WOOLF, Virginia (2005): Una habitación propia, Barcelona, Booket